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Dos preguntas para no perderse en la vida

Su matrimonio de 17 años, el primero de los tres que transitó, se había desmoronado, andaba a tientas por el mundo, sin orientación ni propósito, sus hijos vivían a mil seiscientos kilómetro...

Su matrimonio de 17 años, el primero de los tres que transitó, se había desmoronado, andaba a tientas por el mundo, sin orientación ni propósito, sus hijos vivían a mil seiscientos kilómetros de distancia. “Mi vida se descosía como un saco viejo”, escribió. Fue entonces que Sam Keen decidió visitar a su amigo Howard Thurman, teólogo, filósofo, luchador por los derechos civiles y uno de los inspiradores de Martin Luther King.

Hacía veinticinco años que se conocían y los unía un íntimo afecto y una cálida confianza. Bebieron bourbon, el dulzón whisky de maíz nacido en Kentucky que era el preferido de ambos, charlaron, la escucha de Thurman calmó el corazón atribulado de Keen. Al cabo de unas horas, cuando Keen se retiraba, Thurman lo detuvo y le dijo: “Sam, hay dos preguntas que un hombre debe hacerse al menos una vez en la vida. La primera es: ¿hacia dónde estoy yendo? La segunda: ¿quién me acompaña? Pero si te formulas estas preguntas en el orden equivocado te verás en problemas”. Nunca lo olvidó, y lo consideró el consejo más importante que recibió jamás acerca de cómo encarar su vida como hombre.

Thurman lo detuvo y le dijo: “Sam, hay dos preguntas que un hombre debe hacerse al menos una vez en la vida. La primera es: ¿hacia dónde estoy yendo? La segunda: ¿quién me acompaña? Pero si te formulas estas preguntas en el orden equivocado te verás en problemas"

Sam Keen murió el pasado 19 de marzo, a los 93 años. Nacido en Tennessee, estudió en Harvard (filosofía) y en Princeton (teología), fue escritor, profesor, trapecista, mitólogo, viajero inagotable, explorador espiritual y una figura señera en el movimiento de potencial humano surgido en el último tercio del siglo veinte. Muchos de sus libros (entre ellos A un dios danzante, Himnos a un dios desconocido, La vida apasionada, Amar y ser amado, y El lenguaje de las emociones) son verdaderas gemas de sabiduría talladas por un artesano sensible e iluminado, escritas con un lenguaje claro y bello. Por sobre todas se vislumbra Fuego en el cuerpo (el varón y lo masculino), libro publicado en 1991 que hoy sigue siendo la revelación más conmovedora e inspiradora que un varón puede encontrar en el camino hacia una masculinidad nutricia, fecunda, trascendente, opuesta a las oscuras bajezas del machismo y distante de las culposas ambivalencias de los autopercibidos varones “feministas”. Keen celebraba al feminismo al tiempo que alentaba a cultivar las diferencias complementarias (nunca adversarias) entre hombres y mujeres para alcanzar encuentros tan necesarios como plenos de sentido. Su libro, como sus conductas y sus prácticas en los grupos de varones que orientó, son una inspirada celebración del amor.

Entre tan valioso legado hay que agradecerle que haya sido el transmisor del consejo de su amigo Thurman. ¿Hacia dónde estoy yendo? ¿Quién me acompaña? Estas dos preguntas desbordan la búsqueda de un hombre y se extienden a todos los seres humanos. Son una verdadera guía existencial, siempre y cuando se respete su orden. Mucho sufrimiento, mucha disputa en las relaciones, demasiada pérdida del norte en la vida, insondables vacíos de sentido que duelen en el alma son producto de no formularse nunca estos interrogantes (sobre todo en momentos de crisis) o, peor, de alterar su orden. Nadie debe imponerle a otra persona (por muy cercana o íntima que sea) su propio rumbo. Y nadie debe someterse al itinerario de otra persona (por muy cercana o íntima que sea). En ambos casos se trata de precios muy altos para evitar la soledad o para comprar lo que no se vende: amor. Cuando la brújula existencial está correctamente orientada el camino puede atravesar tramos de soledad, que suelen ser un paso necesario hacia el encuentro con quien, o quienes, marchan en la misma dirección. Buscar la compañía antes que el rumbo es un pasaje a la infelicidad. Sam Keen recordaba así su sensación tras despedirse de Thurman: “Caminé durante horas sumergido en un remolino de emociones contradictorias. Finalmente, las olas se calmaron y me fui a casa a descansar y a comenzar una nueva vida”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/conversaciones-de-domingo/dos-preguntas-para-no-perderse-en-la-vida-nid21092025/

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